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Praga

Sexto día. 30/08/2015.  

   Ya llevábamos casi una semana en República Checa de turismo cultural y gastronómico. Este día, quisimos hacer un parón en el camino y volver a recorrer aquellos lugares que nos habían encantado de la ciudad de Praga, recrearnos por sus callejuelas, pararnos en cualquier bar y tomarnos una cerveza sin estar pendientes al reloj, irnos de compras, que nos encanta a los dos, en resumen disfrutar y vivir la ciudad como cualquier Praguense, que quién sabe si volveremos.

Recorriendo la ciudad nos encontramos con el mercado de Havelská, situado en la calle con el mismo nombre. Es uno de los pocos mercadillos del centro de Praga, que tiene su origen en el año 1232. En el puedes encontrar todo tipo de recuerdos, además de frutas y verduras. Yo compré dos láminas de la ciudad pintada de colores y ya los tengo puestas en la entradita de mi casa. Creo recordar que compramos allí algún imán para la nevera y algún regalo más para la familia. Aquí muestro alguna foto del mercadillo:





Me acordé, cuando estuve organizando el viaje, que no muy lejos del mercado donde estábamos pillaba cerca la cervecería más antigua de Praga, luego nos fuimos a comer allí. Mucho cuidado porque te la intentan colar por todos lados. Tienes que saber, que sí vas allí, no se te ocurra pedir otra cosa que no sea cerveza,  te la plantan en la mesa conforme llegas. Yo que no soy muy cervecera, me agradó, es negra y muy suave, así que a muchas mujeres que no son aficionadas, seguro que os gusta. Si no queréis probarla, mejor que no vayáis, ya que son muy insistentes. Se ha convertido en un lugar muy turístico, así que no se esmeran mucho en la comida, tienen la fama y el estatus ganado, con eso les sobra, pero como no vas a ir!

Creo recordar que me pedí salchichas, muy normalitas, más bien tirando a chicle. También os ponen una cesta de pan, que sino queréis, decirlo desde el primer momento porque os lo cobran. Además, dependiendo el plato que te pidas, te suele traer algo de pan, así que el que nos pusieron nos sobró. También pasa un camarero de manera insistente con una bandeja de chupitos de licor de miel, a mí me encantó, pero no sé cuanto nos cobraron por ello, ya que el ticket que dan cuando pides la cuenta, es ilegible, a mi me dio la sensación que nos cobraron lo que les dio la gana, pero aun así no fue caro. No es un sitio indispensable, vale más la fama que tiene que otra cosa, pero sí queréis pecar de catetos como nosotros no dejéis de ir.



La comida estuvo amenizada por un hombre tocando el acordeón, y a nosotros en especial, un grupo de italianos que estaban de despedida de solteros. En resumen, echamos un rato divertido.

Hay una gran variedad de platos, lo mismo tenéis suerte con lo que pedís.