Noveno día. 02/09/2015.
Para concluir nuestro viaje, no podía faltar la visita a una de las ciudades más importantes. Este día madrugamos para ir a Pilsen, la cuna de la cerveza, la cual dio nombre al tipo de cerveza que allí se fabrica, la Pilsener. La compañía de autobuses con la que viajamos, es la misma que para ir a Cesky Krumlov, Student Agency, y se coge también en la estación de autobuses Smíchovské Nádrazi. El trayecto dura una hora, tiene dos paradas, pero para ir al centro, hay que bajarse en la segunda, en la estación de autobuses. Cuando llegamos, no había ningún tipo de información, y eso que en 2015 Pilsen fue declarada capital europea de la cultura. Tuvimos que preguntar a la gente de la calle, y a más de uno, porque no solo somos los españoles los que no hablamos inglés. Justo al lado de la estación, está la fábrica de coches Skoda Fabia. Para llegar al centro donde está la catedral, hay aproximadamente un kilómetro. Por el camino nos encontramos con la Gran Sinagoga, en un principio no le dimos la importancia que se merece, pues es la tercera más grande del mundo. La entrada no es gratuita.
Esta es la Plaza de la República, donde al fondo se puede ver la catedral gótica de San Bartolomé con la torre de iglesia más alta en la República Checa.
Este es el ayuntamiento, de estilo renacentista. Justo al lado se encuentra la oficina de turismo donde conseguimos el mapa de la ciudad y preguntamos que debíamos hacer para visitar una de las fábricas de cerveza que tiene la ciudad. Allí nos recomendaron la visita a la cervecera Plezenký Prazdroj.
Esta es la puerta de entrada a la fábrica de cerveza, la cual conserva su arquitectura original. Puedes acceder a las instalaciones con visita guiada en inglés por 199 coronas. Después de comprar la entrada te dan una breve explicación de la historia de esta fábrica que comienza en el siglo XIII. Tienes que coger un autobús dentro de las instalaciones que te lleva a la parte de llenado y embotellado de las diferentes marcas del grupo Pilsener.
También accedes a una especie de museo sensorial donde puedes ver, oír y tocar el proceso de fabricación. El agua la extraen de pozos propios, usan variedades checas de cebada, y también utilizan lúpulo checo y levadura de la propia cepa original. Continuas la visita por las salas de cocción originales del año 1931, que se utilizaron hasta el año 2004.
Estas son las salas actuales de cocción, donde la temperatura alcanzada te invitaba a piscina y bañador.
Después accedes a un laberinto de bodegas, donde el agua emana por todas sus paredes, la humedad te envuelve y el frío te hiela, (7 grados) "recordar llevar algo de manga larga".
Las galerías tienen una longitud total de 9 km, te invitan a perderte, donde la cerveza fermenta en cubas de roble y posteriormente se conserva en barriles del mismo material.
Hoy en día hacen la mayor parte de la fabricación en tanques, manteniendo el método tradicional con el fin de poder comparar la calidad de la cerveza en tanques y barriles.
Finalmente llegó el mejor momento, la cata. Te dan a probar la cerveza fabricada por el método tradicional, sin pasteurizar y a temperatura ambiente. A Pablo le encantó, solo echamos en falta algo para picar, ya que eran las 3 de la tarde y el hambre comenzaba a apretar.
Después de dos horas de visita, que dura dos horas, tocó el momento shopping, en la tienda de souvenirs, podréis encontrar todo el merchandising del mundo cervecero. Allí compramos unas jarras y vasos de recuerdo que nos llevamos embalados para casa.
Cansados y hambrientos dimos por finalizada nuestra visita a Pilsen. Comimos en un KFC en un centro comercial cercano y adelantamos la vuelta en bus a Praga. Pilsen es una ciudad pequeña, y lo que más merece la pena es la visita a la fábrica, por lo demás no tiene muchas cosas interesantes que ver, o al menos esa fue nuestra sensación.
Al día siguiente ya regresábamos a Madrid, con una sensación muy agradable de haber conocido un país que nos ha llenado las maletas con impresionantes fotos, recuerdos y con el temor de no poder encontrar otras cervezas como las que aquí nos tomamos. En resumen, es un país para ver y para beber.
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